Por Eugenio Lloret

 

Eugenio Lloret

Se nos quiere hacer creer que solo la gente pobre es corrupta y carente de valores morales y que, niño rico que roba no es ladrón, sino que está enfermo y necesita asistencia psicológica.


La delincuencia de cuello blanco, también conocida como delincuencia de   " los de arriba " disfruta en Ecuador de buena salud, pues estos ilícitos como fraudes, malversación o desviación de fondos, sobornos, tráfico de influencias, abuso de autoridad, prácticas laborales injustas, estafas, extorsión y otras corruptelas son frecuentes y son cometidas por personas de negocio "respetables ", empresarios, banqueros, políticos, magistrados, servidores públicos que, escudados en su apariencia, posición y fuero, cometen delitos como los enumerados.

Desgraciadamente, dichos delincuentes no son considerados como tales, ya que la mayoría disfruta de una relativa inmunidad, pues en contraste con la común debilidad de sus víctimas, ellos poseen una gran cantidad de poder y relaciones que les sirven como escudos protectores cuando se les persigue e intenta castigar con todo el peso de la ley.

Se ha demostrado, también, que la delincuencia no está directamente relacionada con la pobreza ni con otras condiciones como las sociales o psicológicas con las que comúnmente se asocia.
La delincuencia de cuello blanco es un acto socialmente perjudicial, que nos afecta directamente, ya que aunque exista conciencia de tales delitos la mayoría de las veces no se logra una trascendencia en el castigo, ya que la ley penal no es aplicada con igualdad.

En el Ecuador estos delitos han existido siempre desde el inicio de la época republicana. Se han hecho más notorios, a partir del arranque neoliberal a inicios de los 80, como consecuencia del debilitamiento del aparato estatal y fortalecimiento paralelo del sector privado, particularmente de las empresas trasnacionales.
Los cargos contra estos individuos, en general, son los mismos: manipulación o adulteración de datos, obstrucción a la ley, fraude, conspiración y malversación de fondos.
 
 

 Algunos de estos peces gordos han sido juzgados y están cumpliendo sentencia, la mayoría aguarda dictamen judicial desde la clandestinidad.

" Todo delito que no se convierte en escándalo no existe para la sociedad ". Esta frase viene bien a raíz de la captura de un grupo de jóvenes de elevado status socio-económico que robaba en un barrio pelucón de Guayaquil. Los detenidos pertenecen a "buenas familias " que se movían en un círculo social elevado, que no necesitaban robar para vivir.


Este caso nos muestra una realidad que siempre ha estado presente. Los ricos también roban. Cuantiosos robos, estafas, actos de corrupción han sido consumados en nuestro país por funcionarios públicos, banqueros, presidentes de la república, ministros de Estado. Gente que gracias, a su dinero mal habido y relaciones sociales escapó de la justicia o cumplió cortas condenas en clínicas de salud privadas o en celdas especialmente hechas para su confort.

Sí los jóvenes detenidos en este caso fueran pobres no se daría tanto escándalo, y con ello se nos quiere hacer creer que solo la gente pobre es corrupta y carente de valores morales y que, niño rico que roba no es ladrón, sino que está enfermo y necesita asistencia psicológica.
 
Urge evitar esta clase de mentiras e interpretaciones forzadas que no hacen sino alentar la corrupción y que el sistema en su conjunto se vuelva injusto e inmoral, pues al disfrazar hipócritamente este tipo de comportamientos nos volvemos cómplices de tan repugnante círculo en donde los delincuentes de etiqueta, escondidos en su apariencia, posición y fuero continúen en su alfombra de corrupción.
 
 
 
 
 
 
 




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