Por Eugenio Lloret

 

Eugenio Lloret

Estamos en vísperas de un nuevo proceso electoral y la ley de gasto electoral se pondrá una vez más a prueba. Es por ello que resulta urgente sanear los temas denunciados y así, incorporar al sistema de selección y elección de candidatos mayores niveles de honestidad



Entre los desafíos fundamentales de la democracia ecuatoriana que atentan contra el normal desarrollo de la política destaca la necesidad de saldar el tema del vínculo entre el dinero y la política, la corrupción y el clientelismo, prácticas perversas que pervierten la transición democrática y corrompen la acción de un gobierno.

Nada hay que repugne más el espíritu de la ciudadanía que ante la falta de ideas, de compromiso, de trabajo muchos políticos hagan uso de estas prácticas como su más fuerte estrategia de conquista política con tal de ocupar los cargos de elección popular.

Más que triste es preocupante que los partidos políticos conociendo esta realidad, nada hagan para extirpar este cáncer. Son contados aquellos que se están preocupando por la formación de sus líderes en una sana doctrina de valores y en la difusión de principios ideológicos.

Muchos no tienen idea sobre cuales son las bases ideológicas de sus partidos, simplemente llegar a ocupar cargos de elección popular por esa suerte de la ruleta política, después de apostar sus chequeras. Pero no podemos desconocer que también hay otro tanto de ellos que son gente comprometida, juiciosa, honesta que hacen un gran esfuerzo por vestirle a la política de decoro.

Hay asambleístas serios, estudiosos, transparentes que batallan por llevar a la Asamblea proyectos de ley a favor del interés nacional. Igualmente hay alcaldes, prefectos, gobernadores, concejales que luchan por sus ciudades y provincias sin apartarse de la ética de servicio.

Esto es muy diferente a la compra ordinaria de votos a través del clientelismo, en la que un candidato se compromete a devolver favores con puestos burocráticos. De estas formas de conseguir ubicaciones estelares al momento de elaborar listas y obtener votos hay un común denominador que es el dinero, el vehículo más efectivo para resultar elegido y quien no tenga el vil metal le será muy difícil alcanzar su credencial, sea de asambleísta, concejal, alcalde, prefecto o gobernador.

Aquella persona que aspire a un cargo de representación y pretenda hacerlo por medio de ideas, planes de gobierno, con manos limpias de trabajo y compromiso con la comunidad, le quedará difícil lograrlo cuando llega el que maneja dinero y arrasa con toda opción.

Lo grave de todo, es que aquel que se hace nombrar y elegir a punto de dinero, se compromete, o bien con contratistas o con oscuros personajes de negocios e intereses protervos que le dan la plata.

Así, la competencia por el poder se ha convertido en una búsqueda desenfrenada de dinero para financiar los gastos de las campañas electorales. Se ha desatado un proceso que pervierte la política. Hoy tiene más posibilidad de ganar una elección quien más gasta, quien más bombardea a los ciudadanos con propaganda en los medios a través del financiamiento privado o " donaciones " a las campañas.

Estamos en vísperas de un nuevo proceso electoral y la ley de gasto electoral se pondrá una vez más a prueba. Es por ello que resulta urgente sanear los temas denunciados y así, incorporar al sistema de selección y elección de candidatos mayores niveles de honestidad.

Nuestra democracia está enferma: el dinero, el clientelismo y el poder le han corrompido.

Por eso es que a muchas personas les asquea el mundo de la política. Piensan que se necesita estómago para vivir en ella, por ella o de ella. Y tienen la razón.

El Ecuador precisa de gobernantes que conjuguen valores, virtudes y conocimientos. El país está intoxicado de mercaderes y charlatanes jugando a ser políticos. Necesita líderes hombres y mujeres, con visión de largo plazo, sensibilidad social y capacidades probadas. Cuenca necesita de planificadores, de funcionarios actualizados en sistemas de urbanismo, de administración pública y seccional, estudiosos de la dinámica de crecimiento poblacional y conocedores de la urbe, de su gente y sus recursos.

La política no es asunto de dinero, exclusivamente. Requiere de estudio, experiencia, retroalimentación constante y participación ciudadana.


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