Por Eliécer Cárdenas
A la nueva Ley de Minería mágicamente se le atribuye una perversión original: con ella las aguas se contaminarán, los ríos se llenarán de mercurio y otras sustancias nocivas, los bosques serán talados y vendrá una serie de plagas bíblicas, por una "perversa ley" que en la mayoría de los casos los protestantes ni siquiera se toman la molestia de leer |
Los rumores €“ bolas o bulos- han sido parte de la vida política del país, desgraciadamente. Muchas veces, una habladuría repetida ocupa el espacio de las verdades, y ello es lo que sucede con frecuencia en el Ecuador, donde desde el periodismo hasta el liderazgo político (de la oposición), suele servirse con mayor o menor abundancia de esta suerte de embustes elevados a la categoría de "precipitadores de realidades".
Hace poco, un insistente rumor persuadió a no pocos compatriotas que era "inminente" un nuevo feriado bancario, y hubo cierto pánico que se tradujo en el corrimiento de dineros de los depositantes, por suerte frenados cuando inmediatamente el Gobierno advirtió sobre la falsedad de aquellos rumores, que unidos a los de la supuesta "desdolarización", crearon una suerte de psicosis, que muy bien puede volver a repetirse si no se toman correctivos eficaces que castiguen la propalación de esta clase de dañinos infundios a través de los medios.
Pero éstos son tan solo unos ejemplos, extremos, sin duda, del vasto arsenal de los rumores. Ocupémonos de otros aunque en apariencia menos dañinos, con un efecto sin duda negativo sobre el conjunto de la vida política y social. Hay casos en los que ciertos medios, televisados por lo general, llaman a un "experto" pongamos el caso en Economía, a fin de que aventure una serie de apreciaciones o cuasi-vaticinios sobre el comportamiento financiero en tal o cual escenario. Esas hipótesis, que fuera de los espacios de un medio de comunicación serían saludables ejercicios académicos, se convierten en la punta de lanza de una serie de efectos que perjudican la confianza, ya que aquellos "Nostradamus" de las Ciencias Económicas, que no ocultan su repulsa al Gobierno, sitúan como realidades meras presunciones que pueden o no tener cumplimiento.
De otra parte, en la vida social también los rumores activan movilizaciones y protestas, como el caso de los sortilegios en contra de la nueva Ley de Minería, a la que mágicamente se le atribuye una suerte de perversión original, es decir que es mala per se y que por lo tanto con ella las aguas se contaminarán, los ríos se llenarán de mercurio y otras sustancias nocivas, los bosques serán talados y una serie de plagas bíblicas, por efecto de una "perversa ley" que en la mayoría de los casos los protestantes antiminería ni siquiera se toman la molestia de leer. Lo importante es la descalificación a través de los rumores sobre presuntos peligros.
No de otra forma actuó la propia jerarquía eclesiástica hace varios meses, en el hoy casi olvidado episodio del aborto, ya que se determinó como un hecho real y cierto la remota posibilidad de que determinados artículos de la nueva Constitución, entonces en proyecto, favorecieran cierto tipo de aborto. El rumor juega por lo tanto un papel fundamental en nuestra vida política y social, que no debería tener y que refleja el escaso grado de verdadera información en el país, ya que muchas veces periódicos, estaciones de televisión y radios coquetean de manera descarada con toda clase de rumores. Las famosas "percepciones" a las que se refirió un ministro y que fueron ridiculizadas por aquellos medios que suelen alimentar las presunciones y los rumores. El ejercicio crítico de la comunicación por desgracia tropieza con los imperativos del marketing que, desde los tiempos de Randolph Hearst (el célebre Ciudadano Kane del filme de Orson Welles), determina qué "verdad" debe ser promocionada y cual no.