El heroísmo de una vida que es ejemplo de misión evangelizadora en estrecha relación con el servicio a la gente marginada de los pueblos deprimidos y abandonados

 
Roberto Samaniego Álvarez
  El sacerdote con el fondo del Seminario Javeriano que lo construyó él en Sayausí

Todo el tiempo me pasé predicando la resignación. ¿Cómo no he de resignarme yo ahora? Así responde sin rencor a la vida el viejo cura de parroquias, condenado a la silla de ruedas.

Diez años atrás, cuando Roberto Samaniego Álvarez recorría en acémila los escabrosos caminos de Chaucha y Molleturo, un traspié de la bestia le echó al suelo y se averió la columna: los campesinos acompañantes le aliviaron con masajes para que reanudara las andanzas pastorales, pero las lesiones acabarían por dejarle definitivamente con los brazos y las piernas inmovilizados.

El rostro sereno del hombre de 83 años, originario del pueblo azuayo de Sígsig, irradia paz espiritual mientras cuenta el trayecto existencial desde los 11 años, cuando el tío Augusto Samaniego, cura misionero, le llevó de vacaciones al Putumayo colombiano, donde acabaría enrolado en la carrera eclesiástica. Se ordenó sacerdote el 31 de octubre de 1954 en el Instituto de Misiones Extranjeras de Yarumal.

Con la fortaleza de los 27 años, se entregó con pasión a evangelizar a los indígenas tunebos en la misión colombiana de Santander, luego en los barrios marginales de Barranquilla y Cali y en las selvas de Inírida, donde la gente vivía en condiciones infrahumanas, ignorada de los poderes públicos.

En el seminario se había preparado no solo para rezar y predicar, sino también para ser útil trabajando con la gente en los menesteres de la vida diaria. Sabía de agricultura, de mecánica y no le faltaban conocimientos elementales para tratar dolencias pasajeras de la salud o sacar muelas en casos de emergencia.

Lo que más le satisfacía era promover actividades de interés comunitario, de donde salían las cooperativas, el mejor sistema de relación productiva, con proyecciones crecientes. En Buenaventura, en la comunidad Río San Juan, fundó la Cooperativa Aserríos del Pacífico, para la explotación maderera; en Inírida la Cooperativa Indígena de Servicios Varios. Donde podía, creaba cooperativas, varias de las cuales subsisten y son muy prósperas.

padre dentista
 
 
padre jinete
 Agenciarse de dentista, recorrer por senderos escabrosos y mantener el contacto con los campesinos, actividades cotidianas que realizó el sacerdote.
 
padre jinete
A fines de la década de los años 60 del siglo pasado retornó al Ecuador, para presentarse al arzobispo de Cuenca, Manuel Serrano Abad, pidiendo que le envíe a trabajar con gente de lo más marginal y olvidada de la provincia. Fue a dar de párroco en Molleturo, paraje distante a tres días de cabalgata por caminos abiertos al andar de los siglos entre montañas y abismos. Además, desde que en 1964 los indígenas le quemaron viva a una mujer, el pueblo fue castigado privándole del sacerdote.

El estigma de aquel episodio había lesionado el espíritu de los campesinos y el alcoholismo había dejado de ser un vicio para convertirse en una norma de conducta, desde la edad temprana. La vocación humanitaria del padre Samaniego encontró allí el terreno propicio para convertirse en un auténtico pastor de almas.

Algunos recuerdos de la vida diaria son los mejores testimonios de su paso por Molleturo, Chaucha y otros caseríos de esa zona occidental del cantón Cuenca, entonces considerada un infierno, por lo difícil del acceso y la injusta mala fama de los pobladores.
"Una noche €“cuenta- fui llamado a dar la extremaunción a una mujer que agonizaba porque se le pasó el tiempo de alumbrar y la comadrona se había rendido a su propósito, esperando la muerte de la paciente para que dejara de sufrir.

"Yo llegué con pastillas calmantes de los nervios para sosegar a la mujer que se retorcía de dolores y desesperación. Cuando estuvo tranquila, insistí a la compadrona para que reanudara sus esfuerzos, pues yo no podía meter mano en su trabajo: a poco ella vino a mí angustiada, con un brazo diminuto desprendido del vientre de la madre. El resto del cuerpo fue extraído a pedazos, única forma de salvar la vida de la parturienta".

Lo que inmediatamente hizo el padre fue correr a la Universidad y contar el drama y tragedia al Presidente de la Federación de Estudiantes, Alberto Quezada, para que los estudiantes de Medicina se interesaran por los campesinos de Molleturo. Y así surgieron brigadas de aspirantes a graduarse de médicos, atendiendo a la gente que empezó a sentirse reincorporada a la civilización y al derecho de vivir como todos los seres humanos.

Por esos tiempos los gobiernos y las compañías constructoras de carreteras habían renunciado a planear una vía a Molleturo, aduciendo las condiciones infranqueables de la geografía. Pero el padre Samaniego se propuso demostrar que sí era posible e interesó al Sindicato de Choferes, a su primo mecánico Justo Samaniego y a otros amigos para emprender un raid de Cuenca a Molleturo y Naranjal   con un jeep que al fin llegó a su destino en cuatro jornadas de treparse por las montañas de El Cajas, por los filos de los abismos, atravesando fangales, quebradas y ríos.

"No me olvido €“comenta con alegría resplandeciéndole en los ojos- cuando el carro llegó al borde de un despeñadero, contenido con cables por los "molleturos" que arriesgaban sus vidas en el intento de llegar con el aparato hasta la plaza del pueblo. Un chofer se negó a manejarlo, aduciendo que era padre de cuatro hijos; otro alegó que tenía mujer y dos hijos y renunció al riesgo. Entonces yo tomé el volante porque no tenía ni mujer ni hijos y con el socorro de Dios llegué al otro lado".

Cuando el vehículo rodó por la plaza del pueblo, antes de continuar a Naranjal, la gente de Molleturo que jamás había visto una máquina ruidosa como esa, creía estar empezando a vivir, realmente, en otro mundo. Por esos tiempos el hombre cumplió una hazaña similar, al llegar a la luna.

El padre llegó a ser querido y amado por los campesinos de Chaucha, Molleturo y los minúsculos caseríos de la zona, aunque su forma tan diferente de tratarlos, organizándoles, inculcándoles dignidad para exigir respeto a sus derechos, le originó recelos de autoridades públicas y aun religiosas, que creían ver allí gérmenes de movimientos comunistas.

Pero él siguió adelante. La parroquia Sayausí estaba dentro de su jurisdicción de trabajo y emprendió en la creación del Colegio Javeriano Campesino que se hizo realidad en 1971. Fue un plantel adecuado a la realidad, para que de allí surgieran jóvenes capacitados para trabajar en el campo, no para salir a la ciudad ni emigrar fuera del país.

Una de las frustraciones del padre Samaniego fue cuando el gobierno de León Febres Cordero intervino en el plantel, aduciendo que era un foco subversivo, vinculado a movimientos irregulares de Colombia y a Alfaro Vive Carajo, para convertirlo en un colegio más, como ha quedado hasta hoy, formando bachilleres que engrosan filas de la desocupación o van por los caminos de los coyotes en busca de salvación en los países del primer mundo.

En Sayausí, el padre Samaniego fundó hace cuarenta años la Cooperativa de Ahorro y Crédito Juventud Ecuatoriana Progresista, organización financiera que es modelo a nivel nacional por la forma como es administrada, por el volumen de los socios y los resultados sociales que produce.
 
 
 
La Paz de la Conciencia Libro Sueños y Recuerdos

"Yo no he sido comunista, más bien socialista liberador que busca el bienestar del pueblo", dice el padre Roberto cuanto habla de política.

Es feliz en su silla de ruedas, cumpliendo la voluntad del Dios en el que cree y confía, siguiendo los principios de la Teología de la Liberación: "A Dios hay que bajarle de los altares para que se sienta bien junto al obrero, al trabajador, al enfermo, viviendo en el mundo que él lo creó, como vivió Jesús".

El viejo sacerdote es leal a los principios que los aplicó siempre en el ejercicio pastoral y en la práctica humana diaria. Tiene tiempo para pensar, reflexionar y dictar versos a la misionera javeriana que empuja la silla de ruedas para movilizarle dentro del Seminario de Sayausí €“que lo construyó él con apoyo de la Cooperativa que creó en el lugar-, y para llevarlo a que celebre misa en el templo de la parroquia o en el paraje de El Cajas, donde admira el esplendor del lugar, que genera inspiración religiosa.

El espíritu rebelde está fresco en su espíritu. La Cooperativa Juventud Ecuatoriana Progresista acaba de publicar su poemario Sueños y Recuerdos, en el que critica a las jerarquías católicas que viven de espaldas al pueblo, expresa sus sentimientos de amistad hacia las personas que admira por su vida y su obra y hace referencias religiosas y filosóficas sobre la vida, la religiosidad y la muerte.
Sorprende que un religioso de 83 años se refiera a los jerarcas de la Iglesia con un poema intitulado Mentira, cuya primera estrofa dice:

La lucha no se gana con báculos ni estolas
ni con reuniones rancias del pueblo a las espaldas,
qué sacan los mitrados con maldecir "tinieblas"
si no encienden el fuego, si no encienden la luz.

Con tranquilidad de conciencia, felicidad de hombre justo y la sencillez de quien nunca buscó protagonismos, mira sin temores la proximidad de su fin. El poema Quiero morir callado, dice:

Quiero morir callado
como mueren los días
después de haber cumplido
la divina tarea
de ser mañana y tarde €¦
Quiero morir callado
bendiciendo a la Vida.
 

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