Por Yolanda Reinoso


Yolanda Reinoso


El extranjero es aquel que es o viene de otra soberanía, es un extraño, un ajeno a nuestras costumbres, un ser con un pasado distinto al nuestro y una mentalidad que no siempre compagina con la nuestra, pero para eso, nosotros también somos extranjeros cuando vamos a otros países

 

MundilloCon motivo de estar en mi ciudad, me permito hacer una pausa en los artículos de viaje que suelo entregar a este espacio, a fin de comentar con mis lectores un tema crucial en el marco del avance de nuestra comunidad hacia la tolerancia a lo que no conocemos. Como vivo en el extranjero, y estoy felizmente casada con un "gringo", siempre me preguntan cómo mismo son los extranjeros, cómo se portan en el trato diario, cómo le ven a nuestro país y si es que acaso tienen sentimientos, entre otras cosas. Mis respuestas vienen de mi experiencia como persona individual y, por lo mismo, me niego a hacer generalizaciones porque mis viajes y mis experiencias me han enseñado que no existen las verdades absolutas sobre el comportamiento de nadie. Dentro de la misma cultura hay miles de intelectos y visiones distintas, y el poder afectivo no es patrimonio exclusivo de nadie ni tampoco ciertas posturas intelectuales son exclusivas de alguien sólo porque nació en un territorio determinado. De Francia me han preguntado si es cierto que la gente es antipática y que ven con mala cara al turista que no habla francés, cuando estuve en España me advirtieron que me cuide de los españoles porque odian a los "sudacas", residiendo en Emiratos Árabes la idea es que si los árabes aman la guerra y el terrorismo podría ser que yo, mujer y no musulmana, sufriera algún percance. Y para ir más atrás en el tiempo, cuando estaba a punto de contraer matrimonio oí mucho que los "gringos" son fríos. Yo misma no sabía nada hasta que me relacioné con gente de otras nacionalidades y tuve la enorme suerte de poder verles en su vida diaria, conversar, conocer su cultura y su forma de pensar. Y creo que es normal que no sepamos nada de los extranjeros porque no hemos convivido con ellos; los referentes son los que vemos en la televisión, los estereotipos sociales que son a menudo un error basado en una vivencia negativa, los de los prejuicios, incluso los de la forma de sentirnos como raza mestiza que somos. De que debe haber franceses antipáticos, no lo dudo, pero también los hay que son ecuatorianos, alemanes, kenianos, italianos, etc. De que hay españoles que resienten la presencia del migrante en su país los hay, así como hay quienes ven la situación con apertura tal cual la consecuencia de la economía, de igual manera hay ecuatorianos que resienten y se resisten a la idea del peruano y el colombiano viviendo aquí, y están los mexicanos que ven con malos ojos a los Niñosgringos que viven en sus ciudades mientras otros mexicanos lo ven como una oportunidad para hacer negocios, promover su cultura, etc. Hay árabes, y he hablado con muchos, que siguen los preceptos musulmanes del "jihad"(guerra sangrienta a los "infieles") y hay otros que ejercen su fe bajo la interpretación de que el buen seguidor del Islam se mantiene al margen de aquellos que no aman a Alá pero le respeta y no busca atacarle. Mis amistades extranjeras así como mi familia política son gente muy cariñosa y considerada, con valores fuertes en cuanto a la amistad y la solidaridad, el lazo fuerte a pesar de la distancia, etc. Debe ser porque el extranjero, como lo dice el Diccionario de la Real Academia, es aquel que es o viene de otra soberanía, es decir, es un extraño, un ajeno a nuestras costumbres, un ser con un pasado distinto al nuestro y una mentalidad que no siempre compagina con la nuestra, pero para eso, nosotros también somos extranjeros cuando vamos a otros países. Viceversa, a veces en el extranjero no se imaginan cómo vive el Ecuador porque igual hay ideas erradas. Sin duda, social y políticamente hablando, como nación tenemos un pasado común y rasgos que nos caracterizan como pueblo, pero ¿no somos diversos?... veámonos en el espejo de la gente en las calles, y aceptemos que aquí así como en la Cochinchina, hay gente de todo tipo y que la piel que nos cubre no es un indicador infalible de quiénes somos ni cómo vivimos, amamos o pensamos.

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