Por Julio Carpio Vintimilla

 

    El Papa -- necesariamente -- tiene que hacer política. Alguien dijo que cualquier cosa que interese a más de veinte personas es política. Y los católicos son cientos de millones… Y debe controlar sus propios conflictos internos: poner en armonía a grupos distintos y, hasta, disgregantes. En su confesión, hay gentes tan pacíficas como la Madre Teresa de Calcuta, pero también otras, confrontativas, como los Teólogos de La Liberación
 
 
 
No se puede dar al césar lo que es del césar; si él quiere lo que es de Dios…
Principio de Tiberio. N. Sally Hass
 
El día en que el Papa Juan Pablo II visitó Cuenca, Ecuador, nosotros pudimos escuchar el silencio. Expliquémonos. Por una razón, -- que aquí no viene a cuento -- debimos quedarnos solos en casa. Vivíamos, entonces, en una zona más o menos rural. Y -- no podíamos preverlo, ni esperarlo -- ésta se había vaciado por completo. Todos se habían ido a ver al pontífice. Efectos: Casas sin gente, ningún ruido de trabajo (ni las usuales motosierras, ni los tractores agrícolas…), ninguna radio que sonara en la distancia, ningún auto marchando  por la cercana carretera… Sólo el susurro de las hojas de los árboles, al débil viento del mediodía; y algún perro, por ahí, que fuera uno a saber a qué estaba ladrando… Pensamos: El Papa es la única persona de este mundo que puede obrar semejante “milagro”. No lo podría hacer ningún presidente, ningún campeón deportivo, ningún actor…/ Muchos años más tarde, volvimos a recordar la curiosa ocurrencia; cuando, -- en un hotel de Santiago de Chile -- nos enteramos de la inesperada elección del Papa Francisco; el bondadoso y simpático Francisco… Hablemos un poco de él.
 
     Hay que recordar que la Iglesia Católica es el sector más grande del Cristianismo. Igualmente, que es una institución dos veces milenaria. Y, también, que existe para cuidar y conservar una doctrina y una fe. Y-- entre los tiempos bíblicos y el siglo XXI -- mucha agua ha corrido. Mucho, muchísimo y grande, ha sido hecho: reinos cristianos, naciones modernas, arte, universidades… (El Cristianismo constituyó una verdadera revolución; sólo comparable, en importancia, a la liberal de los últimos siglos.) Bueno, en definitiva, entre Jesucristo y el Papa Francisco, se interponen el tiempo transcurrido y la enorme distancia de la historia y la evolución cultural. Es casi obvio, por ello, que Francisco no puede volver, voluntaristamente, a los inicios jesucristinos de su fe. Ni, tampoco, que El Mesías se imaginara un Papa que arribe a Roma desde el fin del mundo; desde un barrio pobre de la lejana y porteña Buenos Aires. / Y, por otra parte, el Papa debe dirigir un estado teocrático; es decir, un ente confesional; gobernado por un consejo pequeño, poderoso, vitalicio e inmodificable. Para decirlo con un término moderno, debe manejar un estado totalitario. Y eso, políticamente, es eso… Y, de hecho, su estado debe convivir, aquí y ahora, con unos pocos  similares, y con muchos diferentes. (Estos últimos, más o menos dictatoriales o más o menos democráticos.) Así es el gris, tristón y difícil reino de este mundo.
 
      Por lo tanto, el Papa -- necesariamente -- tiene que hacer política. (Alguien dijo que cualquier cosa que interese a más de veinte personas es política. Y los católicos son cientos de millones…) Y debe controlar sus propios conflictos internos: poner en armonía a grupos distintos y, hasta, disgregantes. En su confesión, hay gentes tan pacíficas como la Madre Teresa de Calcuta. Pero hay también otras, teóricamente confrontativas, como los teólogos de La Liberación. Y, aun, algunas tan prácticamente agresivas como los curas guerrilleros. Y gentes -- como las del OPUS DEI -- a quienes se atribuye unas tendencias aristocratizantes. Y, además,  grupos de muy dudosa moralidad y mucha ambición, como la Legión de Cristo, del obispo Maciel, de México. / Y, en las conductas institucionales, hay muchos males enquistados: la intolerancia, la rutina, las moralinas, la hipocresía, el lujo, la pederastia… ¡Hay que reformar!  Pero, bueno… ¿Cómo hacer unas reformas grandes, si las pequeñas -- los trajes arcaicos, el sacerdocio femenino, el control de la natalidad… -- parecen tan difíciles? ¿Un Papa reformista?  Quizás, sí; un poquito… Porque está muy claro: Un reformista enérgico no sería propiamente un Papa. Sería Lutero… Entonces, la Iglesia Católica -- en un sentido muy extenso y  profundo -- es irremediablemente conservadora. ¿Y por qué no aceptarlo? Es lo suyo. Siendo objetivos, admitiremos que el conservadurismo tiene sus lados políticos y culturales buenos. Y debiéramos aceptar, incluso, las estrechas limitaciones de todas las creencias. Todas… (Incluidas las cuasirreligiones: los deísmos y el comunismo.) Bernard Fougerés  -- el conocido periodista francés, de Guayaquil -- nos ha recordado que, por desgracia, las religiones no unen a los hombres; más bien, al contrario, casi siempre, los separan… (La fraternidad entre cristianos y musulmanes -- ratifica -- es un cuento chino…) Ergo: No les pidamos ciruelas a los álamos. Así que, señores, si nosotros queremos virtudes liberales e ilustradas -- como la razón, la amplitud de miras y la tolerancia -- tendremos que buscarlas, más bien, en otros campos… En los campos laicos.
 
   James Neilson -- un periodista anglo-argentino -- ha escrito que el Papa Francisco ha caído en el buenismo. ¿Y qué es eso?  Pues, la actitud de una persona que -- deseándolo o no -- debe mostrar bondad, generosidad, solidaridad… Mostrarlas… Un poco lamentable, para el caso. Pero, quizás,   no quepa otra opción. De palabra, un líder religioso está casi obligado a seguir esta línea. Y --  receptividad ajena mediante -- hasta  sonaría sincero y persuasivo. Se puede, por ejemplo, condenar, en el discurso, al capitalismo ambicioso y despiadado; y a los excesos económicos, que están destruyendo la naturaleza… (Con la exageración, la recortada objetividad, cierta ligereza y alguna parcialidad que tales criterios implican… Seamos justos y ponderados: miremos bien las diversas facetas  y los varios matices de estos debatibles asuntos.)  Preguntémonos, entonces: ¿No hay, en tales difundidas apreciaciones, una especie de fácil populismo?  Talvez, sí… ¡Qué lástima!  En fin, -- ya ven ustedes -- estamos hablando de unos limitantes comunes, básicos y muy humanos…
 
Hay que recordar que la Iglesia Católica es el sector más grande del Cristianismo. Igualmente, que es una institución dos veces milenaria. Y, también, que existe para cuidar y conservar una doctrina y una fe
    En los actos, en cambio, hacer el bien -- el bien grande y general -- es sumamente difícil. ¿Cómo resolver, por ejemplo, -- en un plazo corto y de manera eficaz -- el problema de los millones y millones de emigrantes económicos del mundo entero? Y-- para ver correctamente esta cuestión -- tomemos un ejemplo menor, entre los tantísimos… Hace unos meses, unos ocho mil infelices cubanos se quedaron varados en Costa Rica y Panamá. (Sobre todo, por las manipulaciones del gobierno de La Isla. De paso y de seguido: ¿No es una barbaridad total que un país no solamente abandone, sino, aun, hostilice a sus propios ciudadanos en desgracia?)  Bueno, ¿qué tal si el Papa ordenaba que la Iglesia Católica centroamericana se hiciera cargo del problema?  En principio, habría sido lo acertado, lo cristiano, lo bondadoso… Pero, sucede que no era, en el momento, lo políticamente correcto. (El Pontífice se habría indispuesto con los Castro. Se podía perder ciertas concesiones que, con dificultad, había logrado recientemente la Iglesia Católica isleña. El arreglo mediado con los Estados Unidos…) Y, por esto mismo, ya antes, se le había reprochado a Francisco el abandono de los católicos de la oposición cubana. Y, atentos, para contrastar: Acordémonos que el Papa Juan Pablo II debió enfrentar nada menos que al imperialismo soviético… ¡Qué diferencia de bulto!  Deberemos concluir, pues, que, en la política práctica-- con bastante frecuencia y por desgracia -- hay que ignorar algunas injusticias, halagar, y hasta ensuciarse un poco las manos… Y, en tan desagradable asunto, no hay excepciones.
 
      Preguntas finales: ¿Qué puede hacer Francisco cuando un astuto césar lo quiere usar? ¿Y cómo proceder cuando, por ahí, un sátrapa le arrancha a una nación  lo que es de Dios? (Dispone de las vidas y las conciencias de los hombres…)  ¿Y podrá alguien ser -- al mismo tiempo y en buena y convincente forma -- representante de un etéreo reino de los cielos y gobernador de un barroso reino de este mundo? ¿Ser y estar entre el césar y Dios? ¿Será posible hacerlo, de alguna manera? En todo caso,  los papas lo han intentado siempre y lo seguirán intentando. Su religión -- por ser tal como es -- los puso en ese brete.     
 

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