Sacerdote franciscano, nativo de Azogues, el arzobispo de Cuenca pasará a desempeñarse en la arquidiócesis del Guayas. Su salida, a los seis años de ejercicio, deja truncos proyectos que quizá estaban empezando a mostrar frutos y él mismo esperaba los resultados

 

El Papa Francisco ha decidido que el arzobispo Luis Cabrera, de Cuenca, remplace al de Guayaquil, que renunció luego de cumplir 75 años de edad, en acatamiento de normas de la Iglesia Católica. Nacido en Azogues en 1955, a monseñor Cabrera le quedan 15 años de vigencia para retirarse, a menos que el actual u otro Papa le dieran un pase en este lapso de su vida.



A propósito de arzobispos, bien vale tener presente que en 1957 se creó la Arquidiócesis de Cuenca, cuando el entonces obispo Manuel de Jesús Serrano Abad fue elevado de jerarquía. Monseñor Cabrera es, desde entonces, el jefe de la Iglesia del Azuay que menos tiempo ha ejercido el arzobispado: Serrano Abad estuvo 14 años; Ernesto Álvarez, nueve años; Vicente Cisneros Durán, nueve años. El prelado que termina su cargo, lleva seis años de ejercicio: es el que menos tiempo, de los arzobispos de Cuenca, se ha desempeñado.



Cada autoridad eclesiástica ha tenido su estilo, tanto en lo eclesiástico como en la actividad pública. No puede desconocerse que monseñor Luis Alberto Luna Tobar divide la historia de la Iglesia Católica del Azuay entre un antes y después de él. Ya anciano y más que noventón, Luna Tobar reside en un centro de atención gerontológica de Quito y los cuencanos ya casi se han olvidado de él, pero cuando lo recuerdan, comparan su ejercicio con los de sus antecesores y de quienes le han seguido.



Luna Tobar fue un sacerdote –no sólo Obispo- que estuvo siempre junto al pueblo, especialmente en momentos de crisis sociales, hasta participando en marchas públicas junto a vecinos de barrios, estudiantes u obreros, fue un cura comprometido con la sociedad, cuya mentalidad contribuyó a un gran cambio en la conducta de los creyentes azuayos. Muchas veces hasta fue un crítico de la propia Iglesia y son inolvidables algunos episodios en los que su actitud humana se complementó con la conducta religiosa que la ejercía pensando en el interés social, especialmente de los sectores más deprimidos, preteridos y ofendidos de la sociedad. Hasta denunció como negativas ciertas devociones promovidas a sitios que acabaron convirtiéndose en parajes de turismo religioso.
 


Un reto es para el sacerdote Luis Cabrera Herrera, ciudadano del austro ecuatoriano, asumir una responsabilidad de trascendental importancia en la ciudad más populosa, de conflictos humanos y de conductas religiosas tan diferentes a las del habitante del Azuay o del Cañar.
 


   En todo caso, es honroso para él, que el Papa Francisco haya puesto en sus manos esa responsabilidad: que le vaya bien, que tenga éxito…

 

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