Monseñor Daniel Hermida, obispo que impartió instrucciones en 1933, para combatir las “inmoralidades” de los cuencanos de entonces

Una carta pastoral de 1933 conminaba a los cuencanos a no ir al cine ni al teatro, censuraba el vestuario deshonesto de las jóvenes amenazándolas con negarles la comunión e invitaba a los padres a impedir que sus hijos cayeran en la tentación pecaminosa de los bailes

Es útil que los jóvenes del Bicentenario sepan de las costumbres y la cultura predominantes en tiempos no lejanos y los avances vertiginosos en las nuevas formas de apreciar la vida y el mundo.

Hasta muy pasada la mitad del siglo XX la influencia de la Iglesia rebasaba lo religioso en la política, la economía, la educación y el destino humano, enfocado más que al buen vivir, al buen morir. En la sangre y en la conciencia palpitaban siglos de adoctrinamiento colonial que, de alguna manera, aún persisten.

En los años 30 del siglo pasado la población cuencana empezaba a conocer algo más allá del horizonte urbano, abriéndose al mundo por los caminos carrozables, el tránsito aéreo, la expansión eléctrica, la radiodifusión, el cine, y la presencia de extranjeros que sorprendían con modas y destrezas comerciales.

Una nueva forma de mirar la vida rompía las ataduras católicas, apostólicas y romanas hasta entonces impuestas y aceptadas en la población. Una Carta Pastoral de 23 de mayo de 1933, dirigida por el obispo Daniel Hermida, advierte a los párrocos de la diócesis que elementos de perversión amenazan las costumbres seculares.

“Haríamos mal e incurriríamos en graves responsabilidades delante de Dios –decía el documento-, si no levantásemos nuestra voz, llamando la atención de nuestra grey, y muy en particular de los padres de familia, sobre lo que está sucediendo en nuestra amada ciudad episcopal.

“Es un hecho, que en la época actual sólo se procura pasar el tiempo en frivolidades y cosas livianas, con total olvido de los deberes para con Dios. Cuán triste es contemplar la actividad, la generosidad y hasta los sacrificios que se ponen al servicio del demonio; y cuánto se escatima en lo que corresponde al servicio de Dios. Todos estamos obligados en conciencia a practicar la virtud, a cumplir los deberes de cristianos, a santificarnos; pero en nuestros días, parece que se avergüenzan los hombres de ser virtuosos, parece que no hubieran más deberes que los de renunciar a los compromisos de cristianos, y la santificación se deja para los pobres y humildes. Equivocados andan los que esto hacen y piensan, y si bien son presas de grande engaño, por el resfriamiento de la fe y de la caridad, comprenderán tarde, bien tarde, que han errado el camino: Lassati sumus in vial, pero cuando no habrá remedio.

“Con el fin de prevenir a tiempo este error, nos dirigimos, por medio de vosotros, Vbles. Srs. Párrocos y Rectores de iglesia, a los fieles de la Diócesis, y, en especial, a los de la ciudad y sus contornos, para encarecerles que todos a una vean la pendiente en que se encuentran, con ocasión de los bailes modernos, de las modas indecentes y de los ya por tantos motivos reprensibles Cine y Teatro. Lo que principalmente padece es la inocencia de los niños y el pudor de todos con los espectáculos del Cine, indecorosos y contrarios a la honestidad. Hasta los cuadros de anuncios, con gráficas inmodestas, para el Cine y el Teatro, confirman lo que contemplan, noche por noche, los niños y todos en el desarrollo de películas sobremanera inmorales.

“En cumplimiento de nuestro deber, advertimos a los padres de familia, que ellos mismos y los hijos, que concurren a tales espectáculos, no pueden estar exentos de culpa; y por eso les encarecemos y rogamos que se abstengan de ir al Cine y el Teatro tales como están ahora, en donde peligra la salvación eterna. Otra cosa fuera si el Cine y el Teatro fueran morales; porque entonces instruirían y moralizarían.

“Qué decir de las modas indecentes y de los bailes modernos? Volver a rogar y volver a encarecer que amen las jóvenes la modestia cristiana, modestia practicada por la Santísima Virgen, ejemplar y modelo de la mujer cristiana; y recordarles que San Francisco de Sales dice: que el baile es el círculo diabólico, de donde el demonio arrastra muchas almas a la condenación eterna.

“Horrorosa es la pendiente en que han colocado a muchos el Cine, el teatro y las modas indecentes y es preciso detenerse a pensar, no sólo en el porvenir espiritual, sino hasta en el temporal. Por lo que hace al primero, es de imperiosa necesidad ponerle en el camino que a él conduce; y por lo que respecta al segundo, si es cierto que estamos en crisis económica, los causantes somos nosotros mismos, porque cuanto se tiene, por no ceder a la moda, se va en telas de fantasía, en bailes y en billetes de entrada para el teatro y el cine. Parece que no existiera la crisis entre nosotros, a juzgar por los gastos que se hacen para no privarse de cosa alguna que halague a los sentidos. Pongámonos también en vereda con relación al bienestar temporal, cumpliendo, con buena fe, los compromisos de justicia y conciencia. Restablezcamos la confianza mutua, en la base inconmovible de la buena fe.

“Encarecemos otra vez a vosotros Vbles. Sres Párrocos y Rectores de Iglesia de nuestra Diócesis, que roguéis, supliquéis, oportuna e inoportunamente, con paciencia y doctrina, a todos los fieles para que dejen de ir al Cine, al teatro, a los bailes; y a las jóvenes, que dejen, por amor de Dios y a la Santísima Virgen, las modas indecentes, que son causa de tantos pecados para los que las miran.

“Los Vbles. Señores sacerdotes todos, tanto seculares como regulares, de la Diócesis, tengan presente los artículos de la veneranda Instrucción de la Sagrada Congregación del Concilio, sobre modas inhonestas de las mujeres, que prohíbe dar la comunión y admitir a padrinazgos, a las mujeres que lleven vestuario deshonesto. Esperamos de la docilidad de nuestros amados fieles que obedecerán a nuestras paternales insinuaciones y súplicas, porque obedeciéndonos, obedecen a Dios mismo”.

Este documento se mandó a leerlo cuatro domingos seguidos en las misas de mayor concurrencia y luego cuando fuera necesario. La entonces terminante conminación a los fieles, ahora causa gracia. ¡Las cosas que hoy se ve en la calle, en la Tele o se practican libremente en burdeles y moteles!

El obispo Hermida ni sospecharía que su carta pastoral de mayo de 1933 pronto iba a ser ridícula, ni que la misma Iglesia a la vuelta o al interior de los templos se implicaría en escándalos de sexo y perversión imposibles de ocultarlos.

Cartelera cinematográfica anunciando las películas a exhibirse en enero de 1933, en la revista semanal “Morlaquía”.

 

 

 
 

OSMARA, HITO Y SÍMBOLO

 A mediados del siglo XX la bailarina Osmara escandalizó a los cuencanos al exhibir partes desnudas de su cuerpo.

En los años 50 del siglo XX apareció en Cuenca la bailarina cubano-española Carmen Villamana –con el nombre artístico de Osmara-, que escandalizó mostrando las piernas desnudas en sus presentaciones. La sociedad pacata la persiguió y el obispo Manuel de Jesús Serrano amenazó con excomulgarla.

Pero ella, que contrajo matrimonio con el pintor cuencano Ricardo León, persistió en enseñar danza a las jóvenes, despertando polémicas e intrigas. Ante afirmaciones de que los movimientos de baile afectarían a la virginidad femenina, se vio forzada a desvirtuarlas con certificaciones médicas. La Universidad la apoyó, al igual que hombres representativos de la cultura y el arte local, que reconocieron sus cualidades para crear una Escuela de Danza que se adscribió al Conservatorio de Música.

Al pasar de los años Osmara se convirtió en una mujer apreciada por la sociedad cuencana y recibió reconocimientos municipales, académicos y del gobierno nacional. Cuando murió el 9 de abril de 2011, dejó una sentida huella de ausencia y agradecimiento por su aporte cultural, venciendo obstáculos difíciles, para formar danzarines y danzarinas cuencanas que alcanzaron triunfos internacionales. Ella es un hito y un símbolo en la transformación del pensamiento cuencano de ayer y de hoy..

 

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