Por Alba Luz Mora

 

Alba Luz Mora
Busca, al final, sustentar con reflexiones y análisis reales el sentido de la vida en comunidad, la práctica de la tolerancia y el respeto para las diversas posturas de los líderes y grupos sociales organizados. Además, recordarnos que sólo la equidad, la buena fe y la justicia deberían primar como vectores sociales irrenunciables
 
 
El Ecuador ha sido privilegiado por el más alto Prelado de la Iglesia Católica al haber decidido visitar nuestro país entre los puntos principales de su visita a Sud América. Y ha priorizado en su decisión las dos ciudades importantes y más populosas: Quito y Guayaquil. Anuncio que ha conmovido a los ecuatorianos, creyentes y no creyentes, porque se trata de una personalidad excepcional, dotada de un sentido de agudeza valorativa muy clara y de un hombre de gran solvencia intelectual, muy conocedora de la sociedad latinoamericana a la que se pertenece.
 
   El suceso nos ha predispuesto a verlo, si es posible, y escucharlo con suma atención, puesto que en el tiempo que lleva en tan complicada misión, siempre nos ha demostrado una disposición innata y fuera de lo común, para captar rápidamente los ambientes, sucesos y actores, cualidad que le facilita la comprensión justa de las realidades que prevalecen en cada región y ese sentido penetrante que manifiesta ante actores, líderes y sucesos que prevalecen en cada región y que merecen atenderse y ahondarse con la palabra fácil y justa.
 
Sus respuestas, además, que están plasmadas en los medios de comunicación actuales y que nos facilitan el conocerlo mejor, van siempre unidas al tino y una firmeza admirables. Nos ha hecho pensar, además, que la particular sensibilidad e inteligencia del Pontífice, ya conoce las circunstancias en que vive nuestro Ecuador, nación privilegiada por la naturaleza y la inteligencia de sus hijos.
 
Tenemos la ventaja de vivir en una democracia, tal vez imperfecta, que podría vivir un giro significativo, al comprender nuestras deficiencias o equivocaciones. Nos precede toda una tradición histórica que han mantenido positivas vinculaciones con el Vaticano, la prevalencia de la religión católica y los valores morales de su gente y de su suelo. Y el corazón y el oído abiertos a la reflexión positiva y sana que tanto puede favorecernos.
 
La visita tiene el carácter de “apostólica”, como aclararon los voceros del Vaticano, busca, al final, sustentar con reflexiones y análisis reales el sentido de la vida en comunidad, la práctica de la tolerancia y el respeto para las diversas posturas de los líderes y grupos sociales organizados. Además, tiene la importancia de recordarnos que sólo la equidad, la buena fe y la justicia deberían primar como vectores sociales irrenunciables, y que la prudencia y la reflexión certera, deben hallarse unidas a las disposiciones legales y de orden social justas, para que accedamos a un clima de tolerancia y respeto.
 
El escritor ecuatoriano Juan Montalvo escribía, hace más de un siglo: “la entereza del alma que nace de una conciencia pura no se opone a la modestia, y el decoro casi nunca admite la compañía de la presunción y el envanecimiento. El único orgullo es el que procede de la práctica de la moral y de los sanos preceptos de la filosofía”. Concepto admirable en quien, sin adherirse a compromiso religioso alguno, supo ponderar una las cualidades insoslayables de quienes lideran la sociedad contemporánea y que tiene sin lugar a dudas en este ilustre Pontífice de la Iglesia Católica, un fiel representante de esa conducta y esos principios que deberían regir la sociedad contemporánea.

 

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