Viejos maestros gritan y protestan porque el Seguro Social no les devuelve el dinero que los retuvo de sus sueldos para la jubilación. El público se va acostumbrando a la “normalidad” de estos espectáculos que demandan solidaridad y gratitud para quienes les enseñaron a ser ciudadanos. Y el Gobierno, indiferente al reclamo, incumple compromisos solemnemente suscritos. 

Ver a los maestros en semejante actitud, cuando merecen descansar, disfrutar de paz y sosiego, no es justo, no es humano, ni moral y políticamente digno de reconocimiento para quienes temporalmente ejercen el poder público. De dónde fuese, debería salir el dinero para, de una vez, resolver esta grave injusticia proclamada por las víctimas en las calles.   

Es paradoja lindante en agresión de lesa humanidad que se quiera para el Ecuador la sede de un campeonato mundial de fútbol, mientras sectores empobrecidos sufren situaciones emergentes de supervivencia. ¿Cómo es posible esgrimir carestía de dinero para los jubilados, mientras ladrones públicos –inclusive del propio IESS- disfrutan impunes de su enriquecimiento ilícito? ¿Es justo invertir miles de millones de dólares en obras suntuarias en dos ciudades que se disputan todas las prioridades, mientras se menosprecia a “provincias” del resto del país?   

Es doloroso, injusto, inmoral, ver con indolencia a los maestros vociferando en sitios públicos para exigir el pago de la jubilación a la que tienen derecho tras entregar su vida a la educación de los ecuatorianos, incluido usted, señor Presidente.

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