Los diseños del piso de ‘Sheikh Zayed’ están hechos con incrustaciones de lapislázuli, ónix, amatista y madreperla y otras piedras preciosas. Diseños similares con los mismos materiales ascienden desde el patio hacia las columnas de arcos

Recuerdo la época en que la gran mezquita estaba aún en construcción. Por uno u otro motivo, mi esposo y yo íbamos a Abu Dhabi y, al entrar en la ciudad, lo primero que se divisaba eran los minaretes y la gran cantidad de domos aún en cemento. Hoy, a la entrada de la ciudad, se observa ya un monumento concluido, resaltando por la blancura del mármol que lo reviste. La construcción de la hermosa mezquita había empezado en 1996 y terminó en el año 2007. Por desgracia, el gran hombre cuyo nombre lleva, falleció en noviembre de 2004, así que no pudo ver finalizada esta obra que, aparte de cumplir con su propósito esencial de servir a la oración musulmana, es un monumento a un líder que ha dejado huella profunda en Emiratos Árabes Unidos.
Concentrémonos, sin embargo, en la mezquita como tal. Aunque debiera tener la buena costumbre de llevar mi propio traje musulmán, siempre lo dejo en casa y, por eso, debo acercarme a la recepción a pedir prestada una abaya y una shai’la para cubrir mi cabeza. Mi esposo no necesita cubrir nada por ser hombre, pero tampoco puede entrar en pantalones cortos o en camiseta sin mangas. Su vestimenta debe cubrir la mayor parte de su cuerpo.

El ingreso se hace por un corredor que sale directo al patio central, cuyo piso de mármol importado principalmente desde Italia, se mantiene siempre impecable. Lo llamativo del piso radica en los diseños de flores y hojas que cubren casi la totalidad de sus 17.000 metros cuadrados. Esos diseños están hechos con incrustaciones de lapislázuli, ónix, amatista y madreperla y otras piedras preciosas. Diseños similares con los mismos materiales ascienden desde el patio hacia las columnas de arcos que se sitúan a un extremo de la mezquita, como flancos de una fuente cuya agua refleja el intenso color azul de los azulejos.

 Con semejante dimensión, la construcción incluye un total de ochenta domos y mil columnas, éstas rematadas donde se unen los arcos con un diseño recubierto de pan de oro. Tanto los domos como las columnas están situados estratégicamente a fin de que la luz que cae sobre la mezquita a lo largo del año varíe según la fase de la luna en que se esté. Este detalle se debe a que el mundo musulmán usa el calendario lunar para determinar el inicio del Ramadán.

La mezquita es, sin duda, suntuosa. Muchos aseveran que las mezquitas que son muy ostentosas contradicen el principio islamita de la humildad, en contraposición con la arrogancia que no debiera exhibirse ni en los símbolos religiosos. Sin embargo, la mezquita Sheikh Zayed no es la única del mundo musulmán que ostenta elementos suntuosos.

Los sitios de descanso a lo largo de los pasillos no son sencillos. En las paredes, se puede observar Suras del Corán en caligrafía árabe, diseñada en pan de oro. En algunos espacios, hay murales de flores con influencia del arte mogol, cosa que no es de sorprender ya que, en la Edad Media, este tipo de arte se extendió por el mundo musulmán. La entrada al corredor que conduce a los cuartos para la oración, separados debidamente de forma que en el uno entren solamente mujeres y en el otro sólo hombres, tiene la alfombra persa más grande del mundo y una lámpara de cristal cortado importada desde Alemania, cuyas dimensiones van a la par con la alfombra; la lámpara mide pues 15 metros de alto por 10 de ancho. Por su parte, la alfombra requirió del trabajo de las manos hábiles de 1.200 trabajadores. Quizá un aspecto de la mezquita que contrasta con tanto lujo es la presencia de relojes electrónicos que marcan las horas de las oraciones diarias, pues se los mantiene prendidos en luces de color rojo o verde a fin de que sean visibles al público musulmán.

Cabe aclarar que los visitantes no musulmanes tienen vedada la entrada a los cuartos donde se ora. La capacidad de la mezquita asciende a 41.000 visitas por día. Pese a que se ha convertido en una gran atracción turística, su propósito esencial jamás deja de ser la oración diaria que manda el Islam, es decir, cinco veces. La llamada a la oración que hace el muecín es una de las más armoniosas que se escucha en el país, y esto hay que recalcarlo porque no es poco común escuchar a un muecín un tanto desafinado cantar desde los minaretes de las mezquitas de menor importancia. La gran mezquita Sheikh Zayed es pues un monumento maravilloso, digno de visitar no sólo una vez sino las que se pueda.

Yolanda, la autora del artículo, con Kevin, su esposo.

 

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