Por Eliécer Cárdenas

 

Eliécer Cárdenas la "tiranía" de Correa, algo tan excesivo como injusto, ya que si bien se trata de un régimen fuerte que suele actuar crudamente respecto a las maniobras opositoras, el calificativo de "tiranía" le queda muy grande porque si en el país hubiera una tiranía, ya no existirían las marchas en Guayaquil ni el regocijarse de algunos medios en el ataque más desembozado al Gobierno y a sus representantes

La marcha convocada por el alcalde guayaquileño Jaime Nebot, con el objetivo formal de exigir "las rentas que le corresponden" al Municipio de esa ciudad, fue en realidad una medición de fuerzas entre la oposición de derecha, que tiene su más conspicuo fortín en el Puerto Principal, y el Gobierno, que a principios de año ha recibido de los diversos sectores políticos amenazas de paros y protestas. Sin duda, Nebot ha ido persuadiéndose €“o ha sido persuadido- de que su figura es la principal dentro de la poco exitosa oposición tradicional nucleada por los restos, en plena descomposición, del otrora poderoso Partido Socialcristiano, más los rezagos de otras agrupaciones a la deriva.
La marcha, siendo sin duda importante en número, dado el ascendiente que aún conserva Nebot en su ciudad y cantón, no significó sin embargo, como creían ciertos permanentes conspiradores a la sombra y la penumbra inclusive, el principio del fin para el Régimen, que aún goza de una salud que, a similares alturas de mandatos anteriores, tiene envidiables récord de popularidad, aunque no debe subestimarse la defección del apoyo al Correísmo de amplios sectores de la clase media. Se hizo la marcha, y el Gobierno no se tambaleó, ni siquiera acusó demasiado el golpe.
Es que el grueso de la ciudadanía está cansado de las asonadas y los movimientos que terminaban en dos por tres con administraciones impopulares y débiles, sostenidos tan sólo por los formalismos constitucionales. Ahora, hay un Gobierno fuerte, fortalecido en la medida en que fueron débiles sus antecesores, y así puede capear sin mayores consecuencias este tipo de intentos de asonadas, que al parecer en su forma habitual ya son cosa del pasado.

Sin embargo, los grupos más anti Gobierno acarician la idea de un golpe de estado o aventura similar que acabe con lo que algunos comentaristas y políticos poco veraces denominan "la tiranía" de Correa, algo tan excesivo como injusto, ya que si bien se trata de un régimen fuerte que suele actuar crudamente respecto a las maniobras opositoras, el calificativo de "tiranía" le queda muy grande porque si en el país hubiera una tiranía, ya no existirían las marchas en Guayaquil ni el regocijarse de algunos medios en el ataque más desembozado al Gobierno y a sus representantes.
Un detalle negativo, para el Gobierno, es su gasto €“malgasto diríamos- de la publicidad y las cadenas oficiales para descalificar a la marcha de Nebot. La ciudadanía, creemos, ya no necesitaba para nada ese guión oficialista, que en cambio inclusive le resultó perjudicial al Régimen, quizá más que los efectos de la propia marcha, porque la propaganda oficial parece actuar con una paranoia defensiva digna de mejor causa y que abulta los gastos en esa área.
Finalmente, un "coletazo" de la marcha de Nebot en Guayaquil fue el pobre intento de réplica que cierto presentador de noticias devenido en político intentó por segunda ocasión en la Capital de la República, con resultados que ya deberían desanimarle para siempre de sus fútiles devaneos en pos de notoriedad política. Su figura en tanto candidato se halla muy por debajo de su controvertida imagen cuando era presentador de televisión. Definitivamente, un político no se improvisa. Otros dirigentes menores realizaron una especie de caminata desde Guayaquil hacia Quito, al parecer con magros resultados. La oposición tradicional sigue en crisis.

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